martes, 4 de marzo de 2008

Carta al buen pasado (primera y última)

No tengo idea qué grado de locura puede haberte llevado hasta la calle que pasa por mi ventana. Tampoco me quedó tan claro si las lágrimas eran tan reales como se veían. Pero en fin, no? Los sueños suelen no tener manuales, no? Y mientras más reales más tranquilos nos dejan, no?
Al final igual me ganaste. Porque el poder tranquilo de tus dedos no le preguntó a nadie qué hacer. Y pese a que fuiste un número más en la pantalla, la primera palabra instaló tu nombre un ratito en la memoria. Te manejaste bien. Y harto bien que manejas.
En fin perdona por las palabras cortantes cuando el cable quedaba en el suelo, cuando me tapabas el espejo del auto, cuando las palabras se confundieron con ruidos, por dormir en el sofá, por no haberte rescatado de la sólida última noche.
Sin tener tampoco algo que ofrecerte, espero que los sueños, si alguna vez se requieren por este lado, existan.
Por ahora, sólo saludos a Fidel. Saludos a la arena.
Sin absolutamente nada de rencor después de tanto tiempo y contento de haberte soñado, me despido.
Saludos a Teresa.
P.L.

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