El verso se acaba. También el agua que desviste a las palabras de cal. Se termina la vida, los cuadernos y el pan.
Lo tuyo más lo mío sumado, también tiene fin. Y eso me inspira. Como el viajecillo curioso que me dejó robar varias tardes parisinas. Se acaba, a veces, el aire. Y de eso no me quieres ni hablar. Me quedo callado, contento, sentado. Tu viajas de playa en playa jugando a Fidel. Y, claro, al final todos ganamos. Pero ganar se acaba.
El día se acaba. También las letras miserables y alegres de la última carta. Se termina la muerte, la sal y los aviones de papel.
Y todos estos días me hablan de final. Donde me meta alguien adoptó alguna forma de terminar algo. ¿Será una señal?
El tiempo se acaba. También mis ganas de escribir acá después de que me asaltó el famoso Facebook. Porque con él volvieron, instantáneos, los compañeros, familia, recados, amores, mentiras y rumores.
Juega a jugar con mis sueños. O mejor termina de jugar con los tuyos.
Porque en verdad estoy alegre y confiado en que también la soledad se acaba. Y no me refiero a la soledad de solo, sino que a la soledad contigo.
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