domingo, 4 de noviembre de 2007
Dos o más
Una triste lámina de soledad completa. Una risa cálida. Un amor completamente lejano. Una estirpe mansa. Con colores propios. Con la casa fría que me tocó vivir.
De tiempo remoto y congelado. Los hogares se plagan de sentido. Con la dulce ánima del verbo roto. Pasado el tiempo. Pasado.
No puedo llorar por mi espacio. Porque al fin será mi propia tumba.
Los dejas vivir en tu retina. Los dejas morir en tu garganta.
Seré y serás. Con tu regreso. Con tu risa detrás de esa bella máscara.
Nos toca vivir donde nos mandan. Y como un grupo de candelas rotas, brillamos a medias en nuestra casa.
Como perros. Como santos quiltros en la calle que me llevó a mi hogar del centro. Donde pasé solitario un año completo. Donde aprendí a beber las románticas noches del destierro.
No puedo sufrir. No puedo. Pero desde hace cinco años que te recuerdo. Con tu pelo negro. Con tus ropas vivas.
Y te extraño.
Mucho.
Porque tus tres nombres me regalaron una vida. Nunca fuiste santa. Nunca fuiste más querida.
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4 comentarios:
Estaba bueno ya, que aunque mínima, me hiciera alguna alusión a las máscaras... Su casa, bien, gracias.
no se puede sufrir
tampoco esperar sin esperanza.
te siento triste, extrañando con el dolor de la extrañeza y la añoranza
forza!!!
pasaba x aquí.
saludos
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