No le tengo miedo al destino. Porque me ha demostrado que es un perro flacuchento y medio tiñoso, que tiene, claro, algunos aciertos... y como esos aciertos son casi sin valor, entonces no le puedo dar crédito.
Pues bien, así las cosas y pese a lo anterior, me encontraba en Puerto Montt, más bien en un mercado de Angelmó, cuando me habló una mujer muy amable, vestida de jeans ajustados, polera y un pañuelo al cuello. "Holai usteid poudria decirme donde una restoran de marriscous", dijo la niña esta.
"Si claro, ahí en frente...tiene como 500 cocinerías. Vaya con confianza pa que vea cómo quieren en Chile a la amiga cuando es forastea y harto guena como es usted", dije rápido y preciso.
La gringa (se habrán dado cuenta que era gringa o renuncio al blog) se fue feliz.
Cuento corto, en una comida muy top en la noche, a la que muy a mi pesar tuve que ir con corbata, me encuento en el lobby de un hotel con la gringuita. "Mucho bueno el pescado, salmon, marisco, toudo rico", me dijo. Pa que vean que la memoria de corto plazo de los extranjeros ya va en la versión 78.9 y no como nosotros que con cueva vamos en la 1.01. La cosa es que champurriamos (en realidad yo) algunas frases en inglés y me fui a la cena esta (me carga la palabra cena, o que me digan "provecho" o "salud", etc. ese es otro cuento). Todo bien, harto vinito del gueno, mariscos, pescado, ensaladitas ricas como sólo le quedan a mi madre (ruego obviar el comentario medio gay) y así se fue consumiendo la velada. Cierre de oro o broche de oro, como quieran, Pedro se agarró de un piano y no lo soltó más. "Te pasaste", diría mi buen amigo Teddy. Y aunque el bello instrumento estaba más desafinado que frenada de gato, igual lo aporrié por un buen rato. Terminado mi mini concierto, del brazo de una buena dosis de wisky que incluso me hizo tocar el himno de Carabineros, me retiré junto a algunos de mis contertulios a descansar. Encontrábame en esos menesteres cuando se abre la puerta del ascensor y adivienen quién aparaece.
No, no era la gringa, era una mina que andaba con la gringa, algo más mayor. Se sube al asecensor y bajamos hacia el lobby juntos. Y ahora sí, ahí estaba la gringa, su amiga, yo y mi camarada innombrable por el sólo hecho de ser un hombre serio de la televisión.
Como eran cerca de las 12 y yo tenía el bote no con un poco de agua sino que completamente hundido, no pensé con malicia. Pero deslice la típica talla del chileno, tan a flor de piel: "Mijita si quiere le hacemos un city tour nocturno".
Y "tate" la mina aceptó. ¡Aceptó wn! Aún impactados, lo primero que hicimos fue decirle al conserje que llamara una van o un taxi. Pero no fue necesario, ahí estaba San J.M., parte de nuestra comitiva, con una botella de Coca Zero en la mano y un completo en la otra. Ahí nos acordamos que J.M. estaba a cargo de una camioneta, así es que le secuestramos el auto, le dimos plata para muchos completos y Cocacolas y nos largamos con las señoritas de buena presencia y respetables.
Fue una noche y madrugada notable. Nos recagamos de la risa. Caminamos. Corrimos. Sacamos fotos. Lo pasamos muy bien. El resto, pueden escribirlo ustedes. Yo al menos, sólo le rindo este pequeño homenaje al destino que en el último tiempo había estado más flaco que nunca.
Pues bien, así las cosas y pese a lo anterior, me encontraba en Puerto Montt, más bien en un mercado de Angelmó, cuando me habló una mujer muy amable, vestida de jeans ajustados, polera y un pañuelo al cuello. "Holai usteid poudria decirme donde una restoran de marriscous", dijo la niña esta.
"Si claro, ahí en frente...tiene como 500 cocinerías. Vaya con confianza pa que vea cómo quieren en Chile a la amiga cuando es forastea y harto guena como es usted", dije rápido y preciso.
La gringa (se habrán dado cuenta que era gringa o renuncio al blog) se fue feliz.
Cuento corto, en una comida muy top en la noche, a la que muy a mi pesar tuve que ir con corbata, me encuento en el lobby de un hotel con la gringuita. "Mucho bueno el pescado, salmon, marisco, toudo rico", me dijo. Pa que vean que la memoria de corto plazo de los extranjeros ya va en la versión 78.9 y no como nosotros que con cueva vamos en la 1.01. La cosa es que champurriamos (en realidad yo) algunas frases en inglés y me fui a la cena esta (me carga la palabra cena, o que me digan "provecho" o "salud", etc. ese es otro cuento). Todo bien, harto vinito del gueno, mariscos, pescado, ensaladitas ricas como sólo le quedan a mi madre (ruego obviar el comentario medio gay) y así se fue consumiendo la velada. Cierre de oro o broche de oro, como quieran, Pedro se agarró de un piano y no lo soltó más. "Te pasaste", diría mi buen amigo Teddy. Y aunque el bello instrumento estaba más desafinado que frenada de gato, igual lo aporrié por un buen rato. Terminado mi mini concierto, del brazo de una buena dosis de wisky que incluso me hizo tocar el himno de Carabineros, me retiré junto a algunos de mis contertulios a descansar. Encontrábame en esos menesteres cuando se abre la puerta del ascensor y adivienen quién aparaece.
No, no era la gringa, era una mina que andaba con la gringa, algo más mayor. Se sube al asecensor y bajamos hacia el lobby juntos. Y ahora sí, ahí estaba la gringa, su amiga, yo y mi camarada innombrable por el sólo hecho de ser un hombre serio de la televisión.
Como eran cerca de las 12 y yo tenía el bote no con un poco de agua sino que completamente hundido, no pensé con malicia. Pero deslice la típica talla del chileno, tan a flor de piel: "Mijita si quiere le hacemos un city tour nocturno".
Y "tate" la mina aceptó. ¡Aceptó wn! Aún impactados, lo primero que hicimos fue decirle al conserje que llamara una van o un taxi. Pero no fue necesario, ahí estaba San J.M., parte de nuestra comitiva, con una botella de Coca Zero en la mano y un completo en la otra. Ahí nos acordamos que J.M. estaba a cargo de una camioneta, así es que le secuestramos el auto, le dimos plata para muchos completos y Cocacolas y nos largamos con las señoritas de buena presencia y respetables.
Fue una noche y madrugada notable. Nos recagamos de la risa. Caminamos. Corrimos. Sacamos fotos. Lo pasamos muy bien. El resto, pueden escribirlo ustedes. Yo al menos, sólo le rindo este pequeño homenaje al destino que en el último tiempo había estado más flaco que nunca.
1 comentario:
me alegro, por tí
Publicar un comentario