viernes, 25 de enero de 2008

El día que me quise robar un tren...

Eran como las cuatro de la tarde cerca de Baquedano. Y las vías del tren Antofagasta Bolivia estaban tan ardientes como mi sed. Pasé a un boliche de tragos y me zampé dos Escudo de litro heladitas, transpiraditas. Me di a la bebida y luego al paseo por el museo de trenes de Baquedano. En eso estaba, cuando vi una locomotora nuevita, solitaria y con la puerta abierta.
Mi sueño de niño era ser maquinista, así es que no la pensé y trepé al coloso de 45 toneladas.
La cabina pulcra y soleada llena de relojitos y palancas, me invitó a soñar. Me di cuenta de que la llave de ignición estaba en su lugar. El medidor de presión neumática estaba en "full" y una lucecita celeste decía "activo". Tomé la llave, la giré y la máquina comenzó a rugir. De a poco. Primero era como un silvido ronco. Hasta que el motor agarró ralenti y todos los relojitos se movieron. Todo bien. Iba a mover ese monstruo diesel con 800 horas de uso a cuestas.
Pero el sueño se tuncó en dos segundos.
Cuatro camionetas cargadas con tipos con cara de pocos amigos llegaron al lugar. Uno de ellos gritó: "A la persona que está en la cabina, que baje inmediatamente. Vienen los carabineros y va aser detenido!!!".
"Chucha", pensé, adiós vacaciones. Abrí la puerta, bajé despacio de la máquina casi con las manos sobre la cabeza para que no me dispararan. Pero nada. Cuando me vieron, uno de los sujetos me habló entre calmado y nervioso: "Que cresta cree que hace, amigo". ¿Amigo?, siiiii, me dijo amigo.
Cuento corto, di mil explicaciones. Que era mi sueño, que desde chico, que la cacha de la espá.
Al final, el capataz, que casi me pega una patá en el poto, me miró con lástima y se puso a hablar por radio: "Negativo el 18, negativo, se trata de un joven turista que anda sacando fotos. No es necesario presencia de Capa (carabineros) al lugar".
"Mira cabro, si te rompes un dedo, nosotros nos quedamos sin pega. Así es que tienes 30 segundos para desaparecer de acá", dijo el capataz en medio de las risas de sus contertulios.
Y en ese momento, la iluminación divina alcanzó su rostro: "ya mira, querí andar en tren? Espera un par de horas. Viene un lastrero del sur. Ahí te metemos hasta la próxima estación. Esa máquina deja los furgones y te devuelves. Pero haznos un favor, ¡deja de mandarte cagadas, ok!"
Llegó el tren lastrero, me subí, anduve harto rato y volvimos a Baquedano. Hasta aprendí a mover las agujas para el cambio de vía.
Toda una experiencia. Y de ahí quede bautizado como el "guatón ferrocarrilano".
Gracias cabros de Baquedano, gracias, por uno de los paseos más memorables de mi historia.

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