viernes, 12 de enero de 2007

Fue sin querer



" Fue sin querer.. es caprichoso el azar.. no te busqué.. ni me viniste a buscar...".
Ve sabiendo que me haces muy bien. Y te lo he dicho después del vino. De la resaca. Después del queso negro. Vuelvo sobre tus pasos, diaéctico, para recordar. Un poco. Para lavarme el pecho con tus palabras locas. Para sentirte en medio de esta desertica soledad.
En verdad es caprichoso el azar, pero más me gusta que sea nuestro azar. Nuestro trato. Nuestra locura de noches largas y mañanas nuevas.
No te busqué, ni me viniste a buscar. Pero si tengo claro que esperas. Que nuevamente nos cagaremos de risa con la historia de Namuncura Cayuqueo.
Diáfana hora del regreso. Creeme que también espero.
El sol acá tiene otro brillo. Mucho decir?? (Pánico?)
En fin. Te pienso.
Es caprichoso el azar. Y cuando la firma leve de tus pupilas se fija en las mías, algo más viejas y retocadas, por fin entiendo que las cosas pasan porque tienen que pasar.
Te dejo unos besos. De los del sofá. Te dejo el espacio que logramos armar en pocas semanas. Te dejo una invitación. Ya sabes cual. Pero siempre es bueno recordarla.
Temps era temps. jajajajaj
Así es pequeña. Ahora somos más culpables. Ahora si que entiendo como se puede querer y querer saber del otro más que lo normal. Tus sorpresas me hacen bien. Y tu presencia es la fórmula bendita de saber que, en realidad, ni capricho, ni azar, sólo las ganas de volver a creer.
pedro

1 comentario:

sam blake dijo...

Dos en la ciudad. Es una canción que siempre me ha llamado la atención. Es como esas imágenes vívidas de una pareja caminando en medio del tumulto, del cemento despersonalizante, donde a nadie le importa un carajo la existencia ajena y todos se sumergen de manera infantil en sus angustias, sus mezquinos dolores y pequeñas miserias.
Una imagen que se ve en una de las mejores películas ever: F y J, descorazonados que se encuentran en el peor escenario, donde el más fuerte, y no el más noble, gana.

Pero el cuento el que se encuentran. Dos notables partidos (por si alguien no la ha visto, él un ex presidiario que con la reclusión puso fin a una poco halagüeña carrera de estafador y ella una mujer que ya no tenía ninguna razón para llamarse tal).

Y ahí van los dos. Porque podría haber sido los dos en el campo. Enamoriscados de ellos mismos y del paisaje, pensando en las miles de encantadoras formas que la naturaleza pone a su disposición y en los que ellos ven gestos de su amor egoísta, de puro embriagador que es.

Pero acá son dos —entre millones de almas— y están en la ciudad. Y son grandes por ser dos, por haberse encontrado, por tener la valentía de verse.

La canción termina mal, como todo en la vida. Y no te me enojes niño hombre amante encantador pianista amigo de pelo robusto y sonrisa fácil. Porque mientras haya Mac Iver, gaviotas, helados indigestos, Francis Michaels Cayuqueo Namuncura, papeles higiénicos y bronceadores de 7 mil pesos, Don Julio Bouchon (¡gracias!, de verdad), lomos generosos con papas, escalopas, transportes Amador, el propio Amador, Dixie, el himno de los Carabineros, Míralo Mírala, Bach, algo de los Bee Gees, obligadamente San Agustín, locuramentaciones, chocolito-nifty-stereo, falta de profilaxis, 22 segundos, dos pares de pies, la celebración de un nuevo año, la alergia, Schaulsohn, las conchas y los dientes, el hecho de ser vírgenes, lobeznas, quesos negros, wallo’s, sabor y aroma, lindas y lindos, y tantas cosas que es impresionante que hayan ocurrido en dos semanas, probablemente…