martes, 30 de enero de 2007

Tremendo regalo



Hubo rosas, vino, queso y aceitunas. Luego su cuerpo. Después la música y otra vez su cuerpo. Nuevamente me golpeaba con su escote ligero y de contenido generoso. Traté de demorar la cosa, pero no. Esta vez era ella la de la iniciativa. Otras veces fui el macho dominante que la depositó enérgico en la pieza. Que la mantuvo viva hasta que el sol tuvo que salir. Ahora era diferente. Venía con otras ganas. Haciéndome sentir querido. Deseado. Me sudaban hasta los ojos. Fuimos al piano, música, guitarra y más de Baco. Mis zapatos habían volado. A ella le quedaba esa diminuta tanguita blanca y los aros de mariposa. Me llevó a bailar. Me sacó a mover el cuerpo en el living. Entre cojines, dos copas, los restos de un habano. El aroma a "casi sexo" era total. Le seguí el juego dilatando la cercanía, hasta que me dijo basta. Me tomó las muñecas y de un empujón caí en sus sueños. Diez pasos hasta las sábanas azules. Cuatro hasta la botella de vino. Dos hasta abrir la ventana. Uno sólo para besarnos.
Busque el perfume en mi velador y el cajón terminó cayéndose violento. Bach de fondo. Luz de luna. Aire fresco. Día seco. Hora intensa.
Pocas palabras.
Traté de fumar un pucho, pero no alcance a encenderlo. No había tiempo. De las caricias deseperadas a la falta de aire... lo pasamos todo.
Así se fue el 28. Con torta, pero torta nuestra. Así me dejó el mejor regalo de la vida. Me dejó más que un par de polvos de borrachos sin conciencia. Me dejó el perfume, el aire y la sonrisa de los que por primera vez encuentran un cuerpo que calza de maravilla.

1 comentario:

Piter dijo...

Puta viejito. sabias palabras