sábado, 9 de junio de 2007

Celestial Millarahue




Millarahue una vez más me hace pensar. Habla de días grises. De la cercanía del tercio de siglo. Y de otras hierbas muy serias a estas alturas del partido. Por eso voy a parar un segundo. Voy a intentar describir el gris que a mi me ha tocado vivir desde hace, por lo menos, 15 años.
Desde hace meses he tenido más respuestas que preguntas en mi vida. He conocido gente amable, dispuesta y cariñosa. En ellas, más que en mí, por ahora, he encontrado el sentido que tiene esta vida tan felinamente veleidosa. En eso incluyo no sólo quien está conmigo, viviendo, queriendo, sino que a quienes he podido conocer más profundamente. Porque han venido a casa. Porque nos hemos quedado hasta el amanecer contando esas pequeñas mentiras y cuentos de borrachos que al final nos quedan de regalo.
Sin ir más lejos, ayer, tres botellas del buen J.Bouchon dieron cuenta de un grupo selecto que se paseo por canciones de Sesto, Bosé y Cerati. Todo amenizado con el piano de Pedro...obvio.
Entre risa y conversa, hubo un momento profundo. Comenzamos a ver, los ocho, uno por uno, cuál era nuestra proyección hace 16 años y en qué estabamos ahora. El 99.9% está haciendo algo que no era su verdadera pasión. X quería ser doctora, ahora es secretaria. M quería ser abogado, es empleado de banco. P quería ser conductor de tren o ingeniero agrónomo o músico, hoy es periodista. En fin, la vida es una senda tan caritativa como peligrosa. No sabemos que pequeño o, aveces, gran topón nos puede desviar del camino. Que, en todo caso, es un camino prestado. Que se juega con lágrimas y rabias, cada media hora, cada 30 respiraciones, cada 200 pasos.
Lo importante, entonces, es que tenemos claro lo que no fuimos y lo que somos. Lo que pudimos ser, tendríamos que relegarlo al cajón del olvido. Quizás así no nos moleste tanto la decepción de no ser lo que quisimos. En fin, la frustración si quieren.
Elegimos ser felices. Unos en París, otros en Santiago. Otras en Suecia, otros en Australia.
Y tenemos el valor de enfrentarnos a nuestas preguntas más relevantes de la vida. Como en las películas, llegamos a un semáforo y pensamos donde estoy y para donde voy.
La primera respuesta es fácil. Estar, estamos aquí. Ahora.
Dónde vamos... es más complejo porque podríamos decir que vamos de lo bueno a lo mejor o a lo excelente. Pero y qué pasa si en realidad el asunto es como una montaña rusa??? Quizás vamos a lo bueno, a lo mejor, luego bajamos a lo malo, luego otra vez a lo bueno... La cosa es tener presente la necesidad de validar nuestra conciencia sobre cómo somos y en qué estamos. Esa es, creo, la única manera de atenuar el frío de la existencia.
Si tomamos cada día como una vida en si -nacer al despertar, vivir al trabajar y morir al volver a dormir a casa- puede ser que comprendamos que si hay un motivo en medio de ese ciclo vital. Un motivo que puede ser monetario, pero también menos materialista. Entre la casa y la pega, la pega y la casa, igual el mundo está. Existe. En una esquina podemos conocer un malabarista en la otra un mendigo. Ok, no digo que eso nos salve, es sólo un ejemplo muy reduccionista de la vorágine de cosas que si nos pasan mientras vivimos y no las vemos.
Hace unos días conversaba con una loquita linda, en un restorán del centro, sobre como la gente nos va dejando pistas inconcientemente de los caminos que se pueden tomar o no.
Al final de esa conversación, curiosamente, terminamos del brazo por el Forestal recordando aromas. En ese camino ella era la misma de hace 20 años. Yo el mismo de hace 20 años. Las mismas frases, los mismos gestos, la misma forma de besar al despedirse. Pero había algo...todo igual, pero mejor. Más claramente definido. Y por eso cuando le pregunté si estaba contenta con lo que hacía, respondió de forma muy madura y fue derechito al punto que yo buscaba escuchar: "no", me dijo y se largó a reír.
Pregunté, por qué, y me dijo "porque si estuviera contenta con quien soy y lo que hago, quizás mi vida se tornaría aún más fome".
¡Chispas!¡Caray!¡Ostras!, dije yo. Claro, en el fondo la insatisfacción, sentir que no estamos completos, es lo que nos mueve a superarnos, a explorar, a mejorarnos y a "enchularnos" hasta la muerte. Y lo que pase en el camino tiene que ser condimentado con la aceptación de nuestra condición. En el fondo, vive feliz con lo que tienes y siempre espera los regalos que te van a ir actualizando la alegría, el amor y la pasión por existir.
La naturaleza si que es sabia. Te pone desde donde te quitan y te saca de donde te sobra (no siempre dirán algunas).
En fin, cruda realidad. Pero es la única que tenemos. Nos ponemos nuestra mejor ropa, nos peinamos, un poco de perfume y nos vamos a vivir. De nosotros depende que el pequeño mundo en que viajamos de una vueltecita más.
P.L.

1 comentario:

Millarahue dijo...

wow! Gracias. En serio. Esta vez no me reí a carcajadas como suelo hacerlo, pero sí sentí una especie de abrazo con tus palabras. Un abrazo de esperanza en medio de los días grises. Eso se agradece.

Un abrazo menos gris!