martes, 10 de julio de 2007

Orígenes


Yo me llamo John Claudio Rojas Chiguio. Nací hace 21 años en el campamento que queda a la orilla del río. Se puede decir que por eso soy de carácter marítimo...Entonces no me molesta que me digan que soy "choro". Aprendí que los choros son molúscos, del mar, entonces, no es un insulto teniendo origen "navegable". 
Mi vieja es nana, mi taita lanza, mi hermana cajera de supermercado. Yo apenas se leer y escribir, pero me conseguí un pololito de chofer de reparto para la carnicería de don Chalo. Don Chalo es como mi tío. El me enseñó a sobrevivir en esta ciudad. El tío Chalo cumplió cinco y uno hace poco, por culpa de eso del jale que vendía. Lo pilló la yuta y se fue en cana pesao. A mi el jale no me gusta, yo soy más de pasta.
La cosa es que de repartidor me iba bien. El Guaño era mi copiloto y por eso decía que era dios. De vez en cuando nos enchufábamos una chela o algo más fuerte pa que no fuera todo trabajo. Después de la pega nos íbamos por minas y algo pa la mente. 
Casi siempre nos quedábamos dormidos en la calle o en la cabina de la camioneta. Era igual brígido, pero nunca nos pasó nada.
Todo bien. Ganaba mis monedas y eso.
Pero hace un par de semanas, el Guaño se le metió en la cabeza que había que hacer algo pa cambiar la vida. Nos juntamos donde el Palito a tomar un par de vinos. Ahí el Guaño llegó con el Yonye. Yo me serví un sambolo de pernil con ají. Ellos comieron Barros Luco. Cuando terminamos de alimentarnos el Yonye soltó la presa. 
Teníamos que mandarnos un golpe. Hacer una buena cosa y salvar.
Al Yonye una vez lo pillaron, eso sí. Estaba en plena choreando cable y llegó la patá. Lo encanaron sin piedad.
Pero su idea no era mala. Onda un banquito, en San Felipe. Fácil. Pero necesitabamos buenos fierros. Por eso al Guaño se le ocurrió que nos podía apañar el Estiven. El Estiven es el hijo de Ño Balas, un viejo guiña que siempre han dicho que fue pupilo del Cabro allá en Franklin.
Bueno, el Estiven dijo que le diéramos un par de días y al final llegó con dos matracas y una del 9. Nos ocupamos una semana de estudiar el banco. Los movimientos. De hecho allá en San Felipe contactamos al Culeco y su partner el Deo Blando. Nos ayudaron a saber más de la rutina de la sucursal porque uno de sus amigos, el Viruela, era guardia de esa oficina. Igual pidió su resto pa apoyarnos. 
Pasaron los días y llegó la hora. El Culeco nos consiguió una camioneta en San Bernardo. El Deo Blando hizo un mapa de las cámaras del banco. El Estiven fue el primero en entrar al banco. Luego el Guaño. Yo al final.
No llevaba 5 segundos dentro, cuando sentí un pencazo fuerte en la costilla. Algo hirviendo que me dejó sin aire. Me fui de boca y cuando iba cayendo caché al Guaño tirado en el piso. Lo mismo el Estiven. 
Yo perdí el conocimiento. Me marié pesao. Tenía harta sed y trataba de hablar, pero no me salió la voz. Me movía un poco y como que me salía humito de entre medio de la ropa.
Y me empezó a dar frío. Se me fueron congelando las manos. Las piernas. Y perdí toda la fuerza. Mal, todo mal. Así poh. Así fue como llegué hasta acá. Al gran condominio al final de Avenida La Paz.

2 comentarios:

David Muñoz dijo...

Notable crónica. Faltaron el Bairon y el Maikel. jaajjaja eso.

Millarahue dijo...

Heavy! Me produjo sensaciones diversas. De la risa a la pena y a la risa otra vez. Notable, como dice David!