Dejé de mirarte cuando me di cuenta de que mis ojos pobres no tenían derecho a tanta dulzura.
Dejé de mirarte cuando el sol se enojó conmigo.
Dejé de mirarte y lo extraño.
Y ahora que retomo tu figura, siento que debí haber subido también a un caballo donde empieza tu campo y terminan mis preguntas.
Aveces estoy ciego...pero soy un ciego de caricatura.
1 comentario:
¡Qué lindo, Pedro!
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