jueves, 14 de diciembre de 2006

Ana Rosa


Me dijo te espero en el andén. Pero prefirió bajar hasta las vías. Y se fue quedando. Sufrió desde la época instantánea hasta los dias revueltos. Pasó por las orejas de mis sueños. En una plaza me dijo algo. En la otra también. Tenía zapatos de lona y de cuero. Algún lustrabotas la enamoró. Se dio cuenta de mis miedos, pero mas grande fueron sus miradas. En eso vino el tranvía y le paso por sobre el moño. Me dijo te amo tan despacio que casi confundí su declaración con el ruido de un alfiler. Pero la promesa era estridente. Esa si que valía la pena.
Su vestido era de Europa. Con un poco de uso. En verdad estaba gastado. Era su primer trabajo y cobró el pasaje de mi anhelo hasta la tarde gélida de mayo. Quiso darme su sombrero, pero estaba amarrado a su conciencia. Luego me soltó un beso que taladró la poca alma que tenía atravesada.
Su mundo era el "27". Más arriba el 28 de mi cumpleaños. Tardé una tarde en enteder su cara, dos días sus manos y toda la vida su cuerpo. Ana Rosa, terrible esféra de luciérnagas.
Ana Rosa, distante dolor de brisa húmeda.
Ana Rosa, de labios tan galantes como una alcachofa.
Ana Rosa, tu libreta y tu reloj salvan los días.
De a poco jugaste con mis dedos y me hablabas de calor de mis manos. Suspiraste, se que lo hiciste, cuando te tome la oreja izquerda con mi mano derecha justo abajo del alto balcon de los desvelos.
De a poco me fuiste mirando como querías mirar a alguien.
Ana Rosa de Matucana. Ana Rosa de las calas verdes, de las medias rotas, de la lengua floja.
Te quedaste inmóvil. Pero en las vías. En medio de las vías. Entre adoquín y adoquín se desfloró tu memoria.
Ana Rosa, hoy te amo...mañana, espero que pases a la hora.

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