sábado, 23 de diciembre de 2006

San Agustín, helado y J.Bouchon



Me esforcé por saber de donde demonios venía el queso negro. Pero por más que busqué envoltorios y paquetes no di con el antecedente. Raro. Todo, todo, dulcemente extraño. Qué manera de inundar el intelecto!!! Eso es -de todo- algo de lo más apreciable. Lo que queda. Qué envidia yo quiero la mitad de la mitad de esa agudeza.
Mmm, espero no derramar un reflejo patético con lo que digo. Me dicen que ese es el vicio de los hombres modernos. Acostumbrados al triste espectáculo de adular como el más sobreactuado, salamero y maricón de los artistas.
Difícil empatía. Pero llegó instantánea. Arrimada a un par de corchos cómplices. De esos que se quedan estampados en el suelo cuando uno de los dos se cae.
En realidad el queso negro fue un gran argumento. ¿De donde mierda vendrá?
En forma de cadencia recibí un par de balazos de impertinencia. Pero a diferencia de otras veces, ahora me en-can-to. Tampoco, como en el caso del queso negro, se de donde viene eso. Pero en realidad no importa mucho. Me encanta sentir que aprendo, que no soy lo suficientemente estrecho para no hacerlo.
Tengo tres opciones: San Agustín, un helado y el J.Bouchon.
Obviamente me quedo con las tres, porque son las murallas que contienen un momento de esos que, definitivamente, tienen apellidos memorables.

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