jueves, 1 de febrero de 2007

Adiós querido amigo



Era una sombra. Un retazo de espera. Una siembra precisa de ansiedades. Pero no tenía fe. La había perdido. Se había acostumbrado a la muerte de sus anhelos a manos de una ira fugitiva. Vio nombres y letras cobardes. También líneas y trazos nerviosos. Pero se quedó callado. Toda la vida se quedó callado. Con la viruta razonable de las lágrimas. Atrapado en sus temores. Inundado por la sacra noche del lamento. Pensando. Pensando cómo volver a creer. Cómo volver a tomar la vida por la cola y levantarla en un eco de triunfo y risa.
Se fue muriendo en calma. Se fue enredando con la lápida. Tropezó con libros sin pasado. Con manos frías y desmayadas. Se enteró que era parte del inventario de la soledad. Con la bandera rígida de la desdicha. Amargo y solo. Solo y sin poder elevar la frente, porque ni eso le quedaba.
Tenía frío y nadie lo cubrió. Y al caminar por las calles que no eran polvorientas, iba dejando él un poco de tierra en cada pequeño paso. Sus pupilas erradas tuvieron que agotarse y los párpados pegados con la ciega culpa se le cayeron un día y no los encontró mas.
Esperaba una pequeña miga de cambio. Una miserable y minúscula mirada cómplice. Pero se había terminado la vida en su vida. Se alejó la alegre compañía. Se hizo amigo del desamparo. Pariente de las causas perdidas. Con estrellas mártires de apoyo, prefirió dormirse. Prefirió cerrarse. Acabarse. Extinguirse. Con él se fue la poesía. La próxima parada. Se llevó el aliento a cobre. El roce de salitre. La ceja levantada por la rabia.
Se llevó la piedad envuelta en papel de diario. La valentía dentro de una lata de conserva. El pecado, atravesado en la garganta.
Y caminó. Caminó. Caminó hasta el ocaso más cierto de sus pobres decisiones. Hoy lo buscan. Pero ni Dios sabe donde está.

1 comentario:

Piter dijo...

Puta deja ver. La Montse se va al campo el viernes y yo la ire a ver el sabado en la noche
Puede ser este viernes