Los rayos de sol mustio cambiaron anoche. Como la mañana de nueces rotas y corazones estrechos. Como la carrera por combatir la santa pena del ocaso. Terrible huella inanimada. Vuelco predecible del tormento. Anciana cúspide de ira. Enferma cuna de amores. Cándida tormenta de odios. Todo eso y más es de lo que ya no escribo. Las palabras amargas y negras se fugaron en el frío octubre, con esa primera vez, con ese primer nexo. Con las palabras por teléfono. Con las miradas que abrazaban. Con las pocas luces que alcanzabamos a ver. Hoy tenemos una nueva aventura. Que comienza como a las ocho en mi casa, que también es un poco tuya. Espero abrazarte y decir te quiero, porque me hace falta, porque te fuiste rápido de madrugada peleando por taparme. Pero dejaste tu perfume, tus pisadas, tu risa. Y no te vas en realidad. Porque me dejas pensando. Pensando en lo que pasa, en cómo esa vez en el café o en el trabajo no fui capaz de decirte todo lo que ahora sabes que pienso de ti.
Te tengo atorada entre mis dedos y de eso no quiero librarme. Tu piel, el bálsamo; tu palabra, una promesa; tu mirada, mi condena. Feliz día, feliz hora la de reencontrarte.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario