La Marlen que yo conozco no tiene Dueñ(o)as. Tiene la sonrisa práctica de los talquinos y una vida entera de cuentos. Una vez hablamos y estaba entre rocas de Antofagasta. Pero su voz era igual de limpia como los días de conejos. Estaba como siempre pensando.
La Marlen que yo conozco no necesita festivales, luces o silicona. Porque tiene el encanto de la mente abierta.
La Marlen que yo conozco se quedó un día mirando por la ventana y vio mis lágrimas que casi llegaron a la luna.
Tenía una casa alta y en el fondo del techo su cama en el suelo.
La Marlen que yo conozco, sabía de palabras. Sabía de ansiedades y me abrazó una tarde sin pensar en el presente.
La Marlen que yo conozco ahora tiene a su Piero y a un venezolano que se quedó clavado en sus pupilas húmedas.
La Marlen que yo conozco, es la que más he querido porque tiene la verdad oculta en medio de los labios.
1 comentario:
El Pedro que yo conozco era mi conejo preferido. Perdóname si alguna vez puedes.
besos
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